COMPLEJIDAD, TRANSDISCIPLINARIEDAD Y EDUCACIÓN

Clarismar
República Bolivariana de Venezuela
Universidad Rómulo Gallegos
Área de Post Grado
Doctorado en Ciencias de la Educación
I Cohorte Valle de la Pascua. 
Sección “A”



Transdisciplinariedad y Ciencias de la Educación.


COMPLEJIDAD, TRANSDISCIPLINARIEDAD Y EDUCACIÓN:
ALGUNAS REFLEXIONES:
María Cándida Maraes.

Facilitador:     
                                                    Participantes:    
Dr. Jorge Luis España    
Barrios, Tibisay  C.I.5622093

Del Valle, Numiralda C.I.8555147                                                           

 Hernández, ClarismarC.I14854132

 Hernández, Norka   C.I 9917526

Morabito, Concheta C.I 9918193
Sección “A”
Pérez; Yalis  C. I  12637560

                                                              

Valle de la Pascua, marzo 2012.                                                                                

COMPLEJIDAD, TRANSDISCIPLINARIEDAD Y EDUCACIÓN:
ALGUNAS REFLEXIONES:
María Cándida Maraes. 


En el momento presente, existe un amplio consenso a la hora de caracterizar el tiempo histórico que están protagonizando los países Desarrollados como un tiempo acelerado. Y es que no sólo resulta evidente el vivo ritmo de los cambios que, en un proceso continuo, aparecen ante la mirada atónita del observador inteligente, sino también su aceleración; esto es, una suerte de rapidez de segundo orden que alude a la existencia de una evolución progresiva, de naturaleza no lineal, de algunos de los parámetros o rasgos de tipo social y económico vinculados a aspectos esenciales de las correspondientes sociedades. 

Tal como lo manifiesta la autora, la realidad educativa, como hoy se presenta, no deja de ser un gran desafío para la mayoría de los profesores acostumbrados a trabajar con certezas y verdades, con previsibilidad y estabilidad. Para cualquier ser humano, es difícil comprender el caos, el orden haciendo parte del desorden, la incertidumbre, la no-linealidad y la indeterminación, hoy, tan presentes tanto en nuestra realidad como también en los procesos de construcción del conocimiento y en las dinámicas que acontecen en los ambientes educativos. Esta no-linealidad procesal revela la existencia de dinámicas desencontradas, viene manifestándose como una constatación de que existen momentos de bifurcaciones, de fluctuaciones en los más diferentes procesos dinámicos de la vida. Nuestra historia vivida, sea personal o profesional, no es más que una sucesión de bifurcaciones y fluctuaciones nos diría Prigogine.

En verdad nos enfrentamos a tiempos inciertos y fluidos con herramientas intelectuales de otras épocas, de otros tiempos, en que se observaba la realidad como estable, homogénea y determinada. Lo que tenemos constatado en nuestro día a día es que vivimos en un mundo incierto, mutante, complejo e indeterminado, sujetos a lo imprevisto y a lo inesperado. Sujetos a varias emergencias para las cuales no estamos preparados. Nuestra carencia de preparación es grande ante las situaciones complejas e imprevistas que nos acontecen en lo cotidiano, desde el más simple y corriente accidente de tránsito en una ciudad grande como San Pablo o la situación caótica de los aeropuertos hasta las situaciones extremadamente más complejas relacionadas con los cambios climáticos, con las inundaciones, con los incendios forestales, con el deshielo de los casquetes polares y con las sequías que amenazan la supervivencia de la humanidad. Lo que se observa es la gran dificultad que tenemos, tanto como individuos como sociedad, de encontrar soluciones compatibles con la magnitud y la complejidad de nuestros problemas actuales.

Ahora bien, si queremos que se asuma la nueva perspectiva, será preciso que la formación de los educadores, como formadores de nuevas generaciones, se oriente hacia la búsqueda de fórmulas que hagan posible que los aprendizajes respondan a la esencia de los individuos, a las necesidades de la sociedad, al equilibrio y la armonía con la naturaleza y con los procesos y ciclos de la vida. Esta sería la segunda justificación de este proyecto: plantar las semillas para el diseño de un programa de Formación de Formadores que tenga en cuenta las características de la realidad debatida.

Un mundo globalizado es, por lo tanto, un mundo en red con sus diversas partes que funcionan de manera interdependiente. Mundo y sociedad en red influyen también en la educación y en la dinámica del funcionamiento de la escuela. El gran problema es que, como educadores, nosotros no fuimos educados ni acostumbrados a trabajar en red, en vivir en un mundo de interdependencia y de procesos complejos y auto-organizadores. Todo esto también repercute y afecta el trabajo docente, el planeamiento curricular, los procesos de enseñanza y de aprendizaje, los papeles desempeñados por los estudiantes y profesores, la dinámica de las infraestructuras educativas y al mismo tiempo exige nuevas competencias y habilidades de continuar aprendiendo a lo largo de la vida. En este mundo enredado, es importante aprender a vivir/convivir con las diferencias, comprender la diversidad y las adversidades, reconocer la pluralidad y las múltiples realidades, tener apertura, respeto y tolerancia en relación con las formas de pensar y de ser de cada uno.
Para esto, será necesario que los educadores adopten la perspectiva transdisciplinar en la comprensión del mundo presente. Esta perspectiva les dotará de los recursos suficientes para cambiar su mirada y permitir que su acción pedagógica cree, cada día, condiciones que facilitan el pleno desarrollo de las facultades de las nuevas generaciones, de la consciencia despierta, de una ética acorde con sus responsabilidades con la vida que se manifiesta en sí mismos y en todo su entorno de manera diversa. Diversidad que es expresión de una única realidad.

     Es de esperar que, este nuevo paradigma emergente sea el que permita superar el realismo ingenuo, salir de la as­fi­xia reduccio­nista y entrar en la lógica de una coherencia inte­gral, sis­témica y ecológica, es decir, entrar en una ciencia más universal e integradora, en una “ciencia” verdade­ramente transdisciplinaria. Por consiguiente, la investigación científica con esta orientación paradigmática transdisciplinar consistiría, básicamente, en llevar este proceso natural a un mayor nivel de rigurosidad, sistematicidad y criticidad. Esto es precisamente lo que tratan de hacer las metodologías que adoptan un enfoque hermenéutico, fenomenológico, etnográfico, es decir, un enfoque cualitativo que es, en su esencia, estructural-sistémico

La autora por su parte, nos presenta el por qué de la complejidad, primero porque el ser humano posee una naturaleza absolutamente compleja en su totalidad, razón por la cual no debe ser entendida de modo fragmentado, sino a partir de su dinámica constitutiva de naturaleza compleja. En segundo lugar, porque la complejidad, como factor constitutivo de la vida y, por lo tanto, del pensamiento, del conocimiento y de la acción, afecta nuestros esquemas lógicos de reflexión y nos obliga a una redefinición del papel de la epistemología, como nos informan Morín, Ciurana y Motta (2003).    

Con respecto a la transdisciplinaridad, Morín (1996) quien, una más vez, nos alerta de que es preciso instaurar un nuevo paradigma que favorezca la transdisciplinariedad del conocimiento humano. Y es la que nos ayudará a romper con los patrones actuales de causalidad linear y de objetividad simplificadora del conocimiento y de la realidad.  

Para finalizar, la autora expone que,  Ciertamente, como educadores, tenemos que posicionarnos lo más rápidamente posible en el sentido de colaborar en la materialización de esa deseada reforma del pensamiento y evolución de la conciencia, acompañada de una “apertura más grande del corazón”. También creemos que cabe a la educación colaborar más seriamente en la emergencia de la civilización de la re-ligación y de la acogida. Aquella civilización sintonizada con la sinergia de la complementariedad, de la revalorización de la vida y preocupada de la interdependencia de los procesos vitales. En fin, una civilización  sintonizada con la Era de las Relaciones (Moraes, 1997) y con la religación de todos los seres y sus respectivos para saber.
Además de la formación de cuantos trabajan en educación, se hace preciso un sistema de política gubernamental para la concreción de estas ideas y para la construcción de una nueva fase civilizadora. Es por esta razón por la que estamos intentando contribuir con esta construcción teórica en el sentido de buscar de qué forma la perspectiva epistemológica de la complejidad y el Pensamiento Eco-sistémico, con sus respectivos presupuestos y características, pueden colaborar al desarrollo de ambientes de aprendizaje que faciliten la creación de nuevos contextos relacionales entre sujetos procedentes de otros medios socio-culturales.

Para terminar, es importante reconocer que todo esto requiere, más que nunca, de la competencia teórica, claridad epistemológica y las estrategias metodológicas adecuadas, fruto de una conciencia transdisciplinar que se desarrolla, para que podamos verdaderamente responder, en este inicio del milenio, a los desafíos propuestos por Morín (2000) y relacionados no sólo con los procesos de la construcción y de la reconstrucción del conocimiento y a la formación de ciudadanos/as, sino, principalmente, al desarrollo de una conciencia más desarrollada, como condición fundamental para la supervivencia humana.